Todos los que viven en Las Merindades asocian la
palabra “muga” con el territorio vasco. ¡Suena a vasco! Según el R.A.E. esta
palabra significa: “(Del vasco muga,
mojón). Mojón, término o límite”. En euskera significa: “límite, frontera, linde; puesto fronterizo”. ¿Entonces? Pues,
puede ser producto del asentamiento de reconquistadores vascoparlantes en la
zona. Tal vez.
Claro que no es un nombre que únicamente se
presente aquí. El pico más alto de la sierra de las Brañas se llama “La Muga”
que los naturales pronuncian: “Pico de la Muda”; Muga era voz usada en el
catalán y en el aragonés antiguo; en el leonés y en el bearnés. Existe “La
Muga” (Zaragoza), “La Muga de Alba” (Zamora), “San Lorenzo de la Muga” (Gerona)
y modificaciones del término como: “Muda” (Palencia) o “San Cebrián de Muda”
(Palencia). Ello llevaría a afirmar que, tal vez, sería una voz de origen
ibérico.
Y, es que, existen varios topónimos que
identifican límites. ¿Problema? Que su significado se ha difuminado: peña,
muñeca y –nuestra- muga. Pero, por si esto fuese poco, hay otras palabras que
identifican límites y que son similares en toda Europa. Cojamos el término
“peña”. Son un elemento básico en su identificación como mojones, puesto que
son elementos del paisaje no susceptibles de cambio. La palabra deriva del
latín “pinna-ae” y que tiene de significado: pluma, ala, vuelo, flecha o dardo.
Afirma Alberto Porlan que, en Europa, los
topónimos no se distribuyen al azar. Estos forman parte de estructuras que se
repiten en lugares distantes y que no son, fundamentalmente, consecuencia de
migraciones. Son arcaicos (¿neolíticos?) y parecen relacionarse con la demarcación
de territorios. Este estudioso dice que hay conjuntos de nombres que se repiten
muchas veces en toda Europa, que no tienen significado, aunque con el uso hay
un proceso de erosión fónica y de “semantización”. Desarrolló una metodología
para identificar estructuras fonéticas y sus variaciones. Formas estrictamente
designativas que conservaban su significado terminal desde tiempos remotos
pasaron después a convertirse en topónimos y produjeron los nombres del tipo
“mota, mata, mazo, mesa, muga, mogo, mola, muela, muro”. Otro tanto hicieron
por su parte, las variantes “penedo o pando”.
En resumen, existen algunos topónimos que
determinan en su significado la ubicación de un límite jurisdiccional. Podemos
entender pues que las fronteras y los mojones son anteriores a la época
histórica y mantenidos en el tiempo hasta la actualidad.
Y tras esta digresión sobre el nombre de la
difunta población pasamos a rastrear su paso por la historia. Era un pueblo que
formó parte de la Junta de Traslaloma y que terminó integrado en el
ayuntamiento del Valle de Losa. Pero el Becerro de Behetrías nos dice que es un
lugar solariego de Lope García y de los hijos de Fernando Sánchez de Angulo. Se
pagaba al rey monedas y servicios de fonsadera (tributo personal o en metálico
para los gastos de guerra) y seis almudes de pan (mitad de trigo y mitad de cebada).
Daban a la corona de martiniega (un impuesto) cada año treinta maravedíes. Y,
por supuesto, los señores también cobraban: a cada uno en su solar según se acordase
con ellos y por San Juan les daban dos almudes de pan (medio de trigo y medio
de cebada).
En el siglo XVI el pueblo tenía una parroquia
(una pila) y seis vecinos con sus familias. El pueblo no terminaba a despegar.
En 1753 llegaron los auditores del catastro
encargado por el marqués de la Ensenada. Para cumplimentarlo acudieron los
vecinos Domingo de Brizuela, Joseph Antonio Martínez y el cura beneficiado del
lugar don Vicente. Constataron que Muga era de realengo y pagaba de sisas 180
reales; de ciento 35 reales; y de alcabala 36 reales. La tierra es de secano
con algunos olmos y robles. Se cosechaba trigo, comuña, cebada, habas,
legumbres y avena. Había cuatro colmenas propiedad de Francisca Cortés que le
daban 12 reales.
Disponían de bueyes de labranza, yeguas de cría,
caballos, pollinos, ovejas, cabras, castrones y cerdos. Eran los bienes con los
que subsistían los siete vecinos del lugar y sus familiares. Luego el catastro
nos dice que había seis casas habitables y una arruinada.
Pagaban a Lope de Porras, de Espinosa de los
Monteros, siete fanegas de pan (mitad trigo y mitad cebada) pero los vecinos
interrogados desconocían la razón de ello. Pero para no saber la causa pagaban,
además, quince cuartos en dinero.
Muga carecía de tabernas, mesones, tiendas,
panaderías, carnicerías, hospitales, cambistas, mercaderes, médicos, cirujanos,
boticarios, escribanos, arrieros, albañiles, canteros, albéitares, herreros,
sogueros, zapateros, sastres, pelaires, tejedores, sombrereros, manguiteros y
guanteros, jornaleros… ¡ni pobres había! Por no tener no tenían ni el párroco
que residía en Castrobarto.
Lo que podemos agradecerle al catastro de Ensenada
es los nombres de vecinos del lugar: Celedonio de Angulo, Domingo de Brizuela,
Joseph Antonio Martínez, Valentín Martínez, Pedro Novales y Vitores de Novales.
El nomenclátor de Floridablanca solo refiere que
tenía regidor pedáneo. No mucho, ciertamente. Mejor información nos ofrece el
trabajo de Sebastián de Miñano hacia el año 1825:
“Provincia
y arzobispado de Burgos, partido de Castilla la Vieja en Laredo, corregimiento
de Villarcayo, merindad de Losa, junta de Traslaloma. Reg. P., g vecinos, 42
habitantes, 1 párroco. Sit. entre montes y peñas escarpadas, en terr. poco
fértil en granos y algunos pastos. Dista 16 leguas de la capital”.
Madoz comentaba en la mitad de ese siglo XIX que
era una “localidad en la provincia,
diócesis, audiencia territorial y ciudad g. de Burgos (47 leguas), partido
judicial de Villarcayo (4 leguas), y ayuntamiento de Castrobarto (4/2 cuarto de
leguas). Situación: a la falda de una montaña que le domina por el lado NE.; el
Clima es frío a causa de reinar con más frecuencia los vientos N., NO. y NE. Las
enfermedades que comúnmente se padecen son las fiebres catarrales y afecciones
de pecho. Tiene 8 Casas de mediana construcción; algunos paseos naturales con
abundante arbolado; una fuente, de cuyas buenas aguas se surten la vecindad
para sus usos; una iglesia parroquial matriz (Santiago) y un cementerio
colocado en un llano al sur y en los afueras de la población. El culto de dicha
iglesia está servido por un cura párroco y un sacristán cuyo curato provee el
ordinario. Confina al N. con Sopeñano; E. Villafría; S. Villaventín, y O. Castrobarto.
El Terreno es de mediana calidad y de secano, habiendo un pequeño monte llamado
la Peña, poblado de robles y hayas. Caminos: los de pueblo a pueblo. Correos:
la correspondencia se recibe de Villarcayo. Producción: trigo, cebada,
legumbres y pocas patatas; cría algún ganado lanar y caza de perdices y
liebres. Ind.: la agrícola, Pobl.: 4 vec, 13 almas. Capacidad Productiva:
98,600 rs. IMP.: 8,999 reales”.
El trabajo de Pablo Riera Sans de 1881 nos
describe cómo había avanzado el pueblo en poco más de dos décadas. Continuaba
teniendo la iglesia de Santiago, unos cuarenta habitantes y catorce edificios
pero cinco de ellos sin habitar. Nos destaca un aspecto que empezaba a ser ya
importante para la vida de una localidad: carecía de escuela y los niños debían
andar los tres kilómetros que separaban Muga de Castrobarto.
En 1883 el maestro que trabajaba a los niños de
Muga fue Isaac Pereda y es en este momento cuando podemos ver que en
Castrobarto la vida avanzaba y se desarrollaban diversos negocios frente a un
pueblecito que carecía de buenos caminos para acceder al mundo. Las autoridades
municipales o provinciales del momento no podían acometer los cambios
necesarios para la supervivencia de todos y cada uno de los pueblos. Además,
Castrobarto tenía en esos momentos unos 350 habitantes frente a Muga que, en
1894, tenía 37 pobladores.
Los caminantes niños conocerían, además, a los
maestros Benito Molinero Hierro (1879-1780), Manuel Antonio Galerón (1887),
Patricio Cámara (1888-1911) y al párroco de Muga Tomás Morales Corrales que
estuvo, al menos, entre 1904 y 1911. El médico sería, durante esos años de
finales del XIX y principios del XX, Pascual Fernández Gómez que residía en
Castrobarto. Hoy tres kilómetros nos parecen poco pero ese “paseo” se tenía que
hacer por una senda dado que el camino de tierra de hoy en día era un sueño.
Vamos, que nunca llegó coche alguno al pueblo.
A muga no llegó tampoco la luz eléctrica ni el
agua corriente. No tuvo molino ni fragua. El clima, por su situación, era
tendente a abundantes nieblas que descendían de La Magdalena. Y las nevadas
invernales les aislaban más aún.
Cuenta Elías rubio Marcos que el vecino Lucas
García pedía a los familiares residentes en Bilbao que le enviasen aceite, un
saco de arroz y otro de garbanzos para pasar mejor el invierno.
Hacia 1925 había cuatro vecinos en el pueblo y
seis niños que acudían andando a la escuela de Castrobarto. Quién “cerró la
persiana” de Muga fue Dionisio Rasines y familia que se fueron a Castrobarto en
1932. Lucas García y los suyos lo hicieron en 1929.
La fiesta mayor, lógicamente, coincidía con el
día de Santiago lo que nos llevará a pensar que el pueblo surgiría en el siglo
IX. Era el 25 de julio, claro. Eran dos días de celebración en una era contigua
a la iglesia al son de la gaita y el tamboril de los hermanos Campino de
Momediano. Es de suponer que a la fiesta se acercarían gentes de los pueblos
circundantes.
En el censo de 1950 ya no constaba. Las malas
condiciones de vida, el aislamiento, el cambio de necesidades… produjeron su
abandono.
E influyó el crimen.
Bibliografía:
“Los topónimos: sus blasones y trofeos (la
toponimia mítica)”. Álvaro Galmés de Fuentes.
“Las Merindades de Burgos: Un análisis jurisdiccional
y socioeconómico desde la Antigüedad a la Edad Media”. María del Carmen Arribas
Magro.
“Becerro de Behetrías”.
“Censo de población de las provincias y partidos
de la corona de Castilla en el siglo XVI”.
“Nomenclátor o diccionario de las ciudades,
villas, lugares, aldeas, granjas, cotos redondos, cortijos y despoblados de
España y sus islas adyacentes con expresión de la provincia, partido y termino a
que pertenecen, y la clase de justicias que hay en ellas. Formado por las relaciones
originales de los intendentes de las provincias del reino, a quienes se
pidieron de orden de su majestad por el excelentísimo señor conde de Floridablanca
y su ministerio de estado, 22 de marzo de 1785”.
“Diccionario geográfico-estadístico de España y
Portugal”. Sebastián Miñano.
“Diccionario geográfico-estadístico-histórico de
España y sus posesiones de ultramar (1845-1850)” de Pascual Madoz.
“Diccionario geográfico, estadístico, histórico,
biográfico, postal, municipal, militar, marítimo y eclesiástico de España y sus
posesiones de ultramar”. Por Pablo Riera y Sans.
“Anuario del comercio, de la industria, de la
magistratura y de la administración”.
“Indicador general de la industria y el comercio
de Burgos”.
“Nomenclátor de las ciudades, villas, lugares,
aldeas y demás entidades de población de España formado por el instituto
nacional de estadística con referencia al 31 de diciembre de 1950”.
“Burgos. Los pueblos del silencio” por Elías
Rubio Marcos.
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