Rezaba
en el periódico “El Cantábrico” del día 29 de julio de 1936, miércoles:
“Ha
llegado a Santander, procedente de Burgos, donde le sorprendió la sublevación
militar, un querido amigo nuestro. Desempeña éste un cargo en un departamento
muy importante; pero ante la magnitud de los sucesos que se desarrollaban en
nuestra patria estimó que el deber le impedía acudir rápidamente a su puesto,
lo que ha hecho sin reparar en que el viaje pudiera costarle la vida. Un viajero
de Burgos tiene en estos momentos extraordinario valor periodístico. Con la
Histórica capital castellana se está en completa incomunicación desde que
estalló el movimiento sedicioso. Además, es de la ciudad burgalesa de donde han
partido las columnas que inútilmente han intentado llegar a Madrid pues antes
han sido batidas por las fuerzas leales y por las; bravas milicias ciudadanas. Por
eso hemos escuchado con vivo interés el relato que nos ha sido hecho por este
testigo presencial de los sucesos, prometiendo a nuestros lectores recoger
fidedignamente sus manifestaciones (…)”.
Este
fragmento nos informa de varias cosas ocultas tras la benéfica neblina de la
censura: una persona no identificada -suponémosla existente- que temía por su vida;
ha escapado de la Burgos golpista; y ha logrado atravesar hasta la zona
republicana. Lo de que arriesgó su vida para cumplir con su deber lo vamos a
dejar un poco a parte porque no resulta lógico. ¡Lo prioritario es salvar el
pellejo!
Aparte
de lo dicho este texto nos introduce, nuevamente, en la laxitud de las
fronteras que se estaban creando al inicio de la guerra de 1936. Ojo, eso no
quiere decir que no fuese peligroso cruzarla, pero, a su vez, era una respuesta
individual para salvar la vida. Y, también, nos introduce en la hermosa
conversión de los periódicos en correas de transmisión de la propaganda
oficial. En ambos bandos, claro.
Si
nos retrasamos hasta el martes 21 de julio, momento en el que se cesa a los
concejales ejercientes, vemos que las actas de Espinosa de los Monteros recogen
que el anterior alcalde republicano y otros concejales "ya se habían
ausentado de la localidad, no se sabe si en previsión de posibles
acontecimientos". Irónicamente, persona de derechas de Espinosa se
escurrieron, en esos días iniciales, al otro lado de la línea, al Ventorrillo
que está en el Puerto de los Tornos, y fueron detenidos por unidades
republicanas que los llevaron a Santander. No salieron de la cárcel hasta la
caída del frente norte.
“El
día de Santiago mi padre y otros estaban paseando con unos fusiles (por
Espinosa), el alcalde (Serapio López Alonso) y el médico sobano (Manuel
Gutiérrez Pérez, exalcalde republicano) se pasaron a los rojos, Gregorio
Castellanos los pasaba a Barcenas... Allí cogieron a uno que le llamaban
"El General Prim", era de los pasiegos, un tal Gutiérrez-Solana, era
carlista, le dijeron que se bajara aquí (a Espinosa), le cogieron allí y le
llevaron a Santoña, era muy mayor, había estado en la carlistada, yo oí que
cuando la carlistada había sido general”.
El Cantábrico (05/08/1936)
El
5 de agosto de 1936 el diario santanderino "El Cantábrico" -que nos
acompañará durante esta entrada- cifraba en unos 50 los vecinos de la Merindad
de Valdeporres que habían llegado huidos a la vecina provincia cruzando los
montes pasiegos. En Cantabria pasarían el primer año de la guerra, para ser en
su mayor parte apresados tras la ofensiva de Santander en agosto de 1937, o
bien a la caída de Asturias en octubre del mismo año. Algunos de ellos fueron
ejecutados en distintos episodios, pero otros consiguieron sobrevivir después
de pasar varios años encarcelados o trabajando forzosamente en batallones
disciplinarios. Los más afortunados generalmente fueron los que lograron
escapar por mar a Francia, regresando del exilio tras la muerte de Franco en
1975, o estableciéndose definitivamente en el vecino país.
Los
movimientos entre bandos de personas que temían por su vida era por todos
conocido y reconocido como lo muestra este breve de “El Cantábrico” donde se
pide información de pisos de alquiler vacíos y donde se señalan dos grupos de
inquilinos ausentes de la “zona roja”: los que estaban en zona rebelde y no
pudieron regresar y los que se han largado para pasarse al bando faccioso.
El Cantábrico (24/12/1936)
Las
actas municipales de Espinosa de los Monteros recogían otras fugas: "Conoció
la Corporación de haber abandonado el servicio en veintiuno de Julio, yéndose
al campo enemigo el veterinario titular Don Antonio Estébanez Lorenzo", e
igualmente “conoció la Corporación de la ausencia de la localidad
del médico titular del segundo Distrito Don Francisco García González después
de dos detenciones por las Milicias como perteneciente a partidos del llamado
Frente Popular y de haberlo comunicado al Excmo. Sr. Gobernador Civil a los
efectos reglamentarios en relación con los bandos de guerra” (Libro de
actas de Espinosa, 15 de diciembre de 1936). Por cierto, Antonio Estébanez era
entrevistado en “El Cantábrico”:
El Cantábrico
(15/01/1937)
Debieron
ser bastantes los vecinos que se escaparon de Espinosa hacia Cantabria en los
primeros días de la guerra, cuando todavía no había un frente consolidado,
destacando la fuga de los integrantes de la banda municipal de música: “Dio
cuenta la Presidencia que, a poco de producirse el actual Movimiento Nacional los
individuos que tenían contratado el servicio de la Música se ausentaron de la
localidad, dejando abandonado el servicio e incumpliendo el contrato desde el
veintidós de Julio” (Libro de actas de Espinosa, 17 de enero de 1937).
Pero
también hubo muchas personas mayores, mujeres y niños que igualmente huyeron a
Burgos desde la Cantabria republicana, a veces familias enteras:
"De
aquí (Alceda en Cantabria) se pasaron por el monte unos cuantos: el médico y la
familia, por San Pedro del Romeral, los pasaba un tal "Patón”, entonces
era fácil pasarse, porque como no había todavía frente formado... Y la familia
de los Cortines también se pasaron. Y Aurelio Caetano, a ese le pasó uno de San
Pedro en un cuévano tapado por riba con hierba, "Facundón" el de San
Pedro, los pasaron por Peña las Hazas a Espinosa de los Monteros. Y a
"Poldín" también, que tenía un año, eso fue al principio, casi no
había frente formado, cuatro milicianos de Santander con escopetas, los pasaban
los que conocían el monte, que eran de La Vega y San Pedro, que les darían algo
por pasarlos".
Desde
el Valle de Soba también se produjo una verdadera emigración, cruzando a través
de la Cordillera Cantábrica a la zona de Espinosa de los Monteros, como relató
uno de los que realizó ese paso el 5 de septiembre de 1936, el falangista
sobano Jesús Fernández Fernández, que recogió pormenorizadamente esa
"emigración" señalando que uno de los primeros en pasarse fue el jefe
local de Falange de Soba, Antonio López Abascal, que lo hizo desde Fresnedo en
los últimos días de agosto de 1936.
"Los
veinticinco sobanos, se presentaron en Espinosa, en donde fueron recibidos
calurosamente por sus vecinos, en donde había además algún pariente y muchos
amigos, y, en todo caso, gentes conocidas dada la vinculación que tuvo siempre
al Valle de Soba esta noble villa. Allí iban llegando diariamente otros
montañeses, pasados por muy diversas zonas de la cordillera; grupos de Vega de
Pas, Luena, San Miguel de Aguayo, Los Corrales de Buelna, y de otros lugares en
menor número; pero en total ya constituían un número superior al centenar; lo
que hizo que se constituyese una Centuria de Montañeses, bajo la dirección del
Jefe de Milicias de Falange de Santander, José María Alonso Coya, que si bien
era nacido en la isla de Cuba, era oriundo de Castro Urdiales".
Andrés
Orcajo de Grado, de Los Corrales de Buelna, se unió a esa unidad: “Cuando
estalló la guerra nos fueron a detener a todos los que éramos de Falange, yo me
pude escapar, estuve tres meses escondido por los caseríos, pasé el día del
Pilar (12 de octubre de 1936) a Burgos con los hermanos Añívarro, uno
murió luego en el frente, el otro fue luego alcalde... Fuimos a Castillo
Pedroso, y allí una familia que conocían los Añívarro nos buscó un guía y nos
pasó a Burgos, a un pueblo que se llama Ahedo de las Pueblas (Merindad de
Valdeporres), las familias aquellas nos daban de comer y todo, de noche
fuimos, de día no se podía... Nos fuimos a la Centuria Montañesa que estaba en
Espinosa de los Monteros, casi todos eran de Santander que se habían pasado,
había también algunos riojanos. Aquella la mandaba luego un comandante que era
teniente de Carabineros, Esteban Cecilia, con él tenía un ayudante que era cabo,
Isidoro Sempere, esos mandaron primero a los rojos, luego se pasaron, dijeron
que iban a visitar el frente y se pasaron. Al hijo de Esteban Cecilia le
mataron en el frente, se asomó en una mirilla y le mataron, estuvimos en La
Lora, Espinosa de Bricia, Valderredible…” Como seguían pasándose cántabros
de derechas se constituyó una Segunda Centuria Montañesa, y a mediados de
octubre se les unió una docena de argentinos que acudieron voluntarios para
luchar en las filas franquistas, así como un capitán del Ejército Finlandés.
Desde Méjico también vino el indiano sobano Tomás Mier, natural de La Revilla,
en donde se hallaban sus padres y familia, y que permaneció algún tiempo en
Burgos dispensando gran ayuda a sus convecinos y a la causa franquista.
En
el Valle de Losa se formó la Centuria Menesa de Falange, integrada
principalmente por derechistas meneses que se evadieron a La Peña y allí
formaron dicha unidad militar falangista, salvo que fuesen muy niños: “Mi
hermano “Manolo" y el de Valeriana se pasaron a La Peña, subieron por un
arroyo arriba, antes de marchar cogieron unas coplas que yo tenía, las iban
dejando trozos e indicando por el camino, para indicar que habían marchado, por
la noche ya dijeron que estaban arriba, en La Peña, les ayudaron a subir, había
algunos pasos por aquí y por Cadagua. En la noche serena se oía cuando se
levantaban, palabras sueltas, mi hermano y el amigo no se quedaron ahí, se fue
a casa de una tía mía que vivía en un pueblo de Losa, tenía 14 o 15 años”.
(18/12/1936)
Muchos
meneses subieron al valle de Losa incluidas personas con responsabilidades
importantes en el Ayuntamiento y otras entidades. Así, en las actas
municipales, al hacerse repaso a la situación económica del Ayuntamiento se
hacía constar que, ya iniciada la guerra, “tanto el Secretario como el
Depositario de la Corporación habían huido o desaparecido del Valle” (Libro
de actas municipales del ayuntamiento del Valle de Mena, 10 de marzo de 1937).
Pero
pasar la línea no era tan fácil como podemos dar a entender y había casos
luctuosos -o rencorosos- o fruto de errores: “Otro tío mío estaba en el
Batallón 124 en la parte de Arceniega, se pasó a los nacionales, pero alguien
le conoció y le mataron. Pensaban que era un espía que se pasaba por eso, allí
había mucha gente de derechas de Mena, sabían que la familia era de los otros.
Se llamaba Gregorio Ortiz López, era el hermano más pequeño, casado y con una
hija, vivían en Burceña”. El susodicho vecino de Burceña tenía 33 años y
murió el 29 de junio de 1937, el mismo día que las tropas franquistas entraron
en VaImaseda. Suponemos que debía haber mucha tensión en el frente de Mena.
Bibliografía:
“República,
Guerra Civil y Posguerra en Espinosa de los Monteros y merindades de Montija,
Sotoscueva y Valdeporres (1931-1950)”. Fernando Obregón Goyarrola.
“República,
Guerra Civil y Posguerra en el Valle de Mena (1931-1955)”. Fernando Obregón
Goyarrola.
Periódico
“el Cantábrico”.
Archivo
Provincial de Bolzano.
Anexos:
La Centuria Montañesa defendió el
sector de espinosa de los Monteros del frente burgalés hasta principios de
1937, interviniendo en los combates de Loma de Montija el 2 de diciembre de
1936 y en la reconquista del Pico de la Herbosa (Espinosa) el 2 de enero de
1937, ambos con muchas bajas para esta unidad. Después fue trasladada a
Villarcayo hasta el mes de febrero, para reponer bajas y reorganizarse, y luego
se incorporó a la "Columna Sagardía", que operaba en el frente de La
Lora, desde el Alfoz de Bricia hasta el límite con Palencia. Encuadrada en la
misma, participaría como de reserva en la ofensiva de Santander en agosto de
1937, y en octubre en el frente de Villamanín (León) y la caída del frente del
Norte en Asturias.
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