Que no te asusten ni la letra ni el sendero de palabras pues, amigo, para la sed de saber, largo trago.
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domingo, 16 de abril de 2023

Tocata y fuga de la banda y otros “mal situados”.

  
Rezaba en el periódico “El Cantábrico” del día 29 de julio de 1936, miércoles:
 
“Ha llegado a Santander, procedente de Burgos, donde le sorprendió la sublevación militar, un querido amigo nuestro. Desempeña éste un cargo en un departamento muy importante; pero ante la magnitud de los sucesos que se desarrollaban en nuestra patria estimó que el deber le impedía acudir rápidamente a su puesto, lo que ha hecho sin reparar en que el viaje pudiera costarle la vida. Un viajero de Burgos tiene en estos momentos extraordinario valor periodístico. Con la Histórica capital castellana se está en completa incomunicación desde que estalló el movimiento sedicioso. Además, es de la ciudad burgalesa de donde han partido las columnas que inútilmente han intentado llegar a Madrid pues antes han sido batidas por las fuerzas leales y por las; bravas milicias ciudadanas. Por eso hemos escuchado con vivo interés el relato que nos ha sido hecho por este testigo presencial de los sucesos, prometiendo a nuestros lectores recoger fidedignamente sus manifestaciones (…)”.

 

Este fragmento nos informa de varias cosas ocultas tras la benéfica neblina de la censura: una persona no identificada -suponémosla existente- que temía por su vida; ha escapado de la Burgos golpista; y ha logrado atravesar hasta la zona republicana. Lo de que arriesgó su vida para cumplir con su deber lo vamos a dejar un poco a parte porque no resulta lógico. ¡Lo prioritario es salvar el pellejo!
 
Aparte de lo dicho este texto nos introduce, nuevamente, en la laxitud de las fronteras que se estaban creando al inicio de la guerra de 1936. Ojo, eso no quiere decir que no fuese peligroso cruzarla, pero, a su vez, era una respuesta individual para salvar la vida. Y, también, nos introduce en la hermosa conversión de los periódicos en correas de transmisión de la propaganda oficial. En ambos bandos, claro.

 
Si nos retrasamos hasta el martes 21 de julio, momento en el que se cesa a los concejales ejercientes, vemos que las actas de Espinosa de los Monteros recogen que el anterior alcalde republicano y otros concejales "ya se habían ausentado de la localidad, no se sabe si en previsión de posibles acontecimientos". Irónicamente, persona de derechas de Espinosa se escurrieron, en esos días iniciales, al otro lado de la línea, al Ventorrillo que está en el Puerto de los Tornos, y fueron detenidos por unidades republicanas que los llevaron a Santander. No salieron de la cárcel hasta la caída del frente norte.
 
“El día de Santiago mi padre y otros estaban paseando con unos fusiles (por Espinosa), el alcalde (Serapio López Alonso) y el médico sobano (Manuel Gutiérrez Pérez, exalcalde republicano) se pasaron a los rojos, Gregorio Castellanos los pasaba a Barcenas... Allí cogieron a uno que le llamaban "El General Prim", era de los pasiegos, un tal Gutiérrez-Solana, era carlista, le dijeron que se bajara aquí (a Espinosa), le cogieron allí y le llevaron a Santoña, era muy mayor, había estado en la carlistada, yo oí que cuando la carlistada había sido general”.
 
 
El Cantábrico (05/08/1936)
 
El 5 de agosto de 1936 el diario santanderino "El Cantábrico" -que nos acompañará durante esta entrada- cifraba en unos 50 los vecinos de la Merindad de Valdeporres que habían llegado huidos a la vecina provincia cruzando los montes pasiegos. En Cantabria pasarían el primer año de la guerra, para ser en su mayor parte apresados tras la ofensiva de Santander en agosto de 1937, o bien a la caída de Asturias en octubre del mismo año. Algunos de ellos fueron ejecutados en distintos episodios, pero otros consiguieron sobrevivir después de pasar varios años encarcelados o trabajando forzosamente en batallones disciplinarios. Los más afortunados generalmente fueron los que lograron escapar por mar a Francia, regresando del exilio tras la muerte de Franco en 1975, o estableciéndose definitivamente en el vecino país.
 
Los movimientos entre bandos de personas que temían por su vida era por todos conocido y reconocido como lo muestra este breve de “El Cantábrico” donde se pide información de pisos de alquiler vacíos y donde se señalan dos grupos de inquilinos ausentes de la “zona roja”: los que estaban en zona rebelde y no pudieron regresar y los que se han largado para pasarse al bando faccioso.
 
El Cantábrico (24/12/1936)
 
 
Las actas municipales de Espinosa de los Monteros recogían otras fugas: "Conoció la Corporación de haber abandonado el servicio en veintiuno de Julio, yéndose al campo enemigo el veterinario titular Don Antonio Estébanez Lorenzo", e igualmente “conoció la Corporación de la ausencia de la localidad del médico titular del segundo Distrito Don Francisco García González después de dos detenciones por las Milicias como perteneciente a partidos del llamado Frente Popular y de haberlo comunicado al Excmo. Sr. Gobernador Civil a los efectos reglamentarios en relación con los bandos de guerra” (Libro de actas de Espinosa, 15 de diciembre de 1936). Por cierto, Antonio Estébanez era entrevistado en “El Cantábrico”:
 
El Cantábrico
(15/01/1937)
  
Debieron ser bastantes los vecinos que se escaparon de Espinosa hacia Cantabria en los primeros días de la guerra, cuando todavía no había un frente consolidado, destacando la fuga de los integrantes de la banda municipal de música: “Dio cuenta la Presidencia que, a poco de producirse el actual Movimiento Nacional los individuos que tenían contratado el servicio de la Música se ausentaron de la localidad, dejando abandonado el servicio e incumpliendo el contrato desde el veintidós de Julio” (Libro de actas de Espinosa, 17 de enero de 1937).

 
Pero también hubo muchas personas mayores, mujeres y niños que igualmente huyeron a Burgos desde la Cantabria republicana, a veces familias enteras:
 
"De aquí (Alceda en Cantabria) se pasaron por el monte unos cuantos: el médico y la familia, por San Pedro del Romeral, los pasaba un tal "Patón”, entonces era fácil pasarse, porque como no había todavía frente formado... Y la familia de los Cortines también se pasaron. Y Aurelio Caetano, a ese le pasó uno de San Pedro en un cuévano tapado por riba con hierba, "Facundón" el de San Pedro, los pasaron por Peña las Hazas a Espinosa de los Monteros. Y a "Poldín" también, que tenía un año, eso fue al principio, casi no había frente formado, cuatro milicianos de Santander con escopetas, los pasaban los que conocían el monte, que eran de La Vega y San Pedro, que les darían algo por pasarlos".
 
Desde el Valle de Soba también se produjo una verdadera emigración, cruzando a través de la Cordillera Cantábrica a la zona de Espinosa de los Monteros, como relató uno de los que realizó ese paso el 5 de septiembre de 1936, el falangista sobano Jesús Fernández Fernández, que recogió pormenorizadamente esa "emigración" señalando que uno de los primeros en pasarse fue el jefe local de Falange de Soba, Antonio López Abascal, que lo hizo desde Fresnedo en los últimos días de agosto de 1936.


"Los veinticinco sobanos, se presentaron en Espinosa, en donde fueron recibidos calurosamente por sus vecinos, en donde había además algún pariente y muchos amigos, y, en todo caso, gentes conocidas dada la vinculación que tuvo siempre al Valle de Soba esta noble villa. Allí iban llegando diariamente otros montañeses, pasados por muy diversas zonas de la cordillera; grupos de Vega de Pas, Luena, San Miguel de Aguayo, Los Corrales de Buelna, y de otros lugares en menor número; pero en total ya constituían un número superior al centenar; lo que hizo que se constituyese una Centuria de Montañeses, bajo la dirección del Jefe de Milicias de Falange de Santander, José María Alonso Coya, que si bien era nacido en la isla de Cuba, era oriundo de Castro Urdiales".
 
Andrés Orcajo de Grado, de Los Corrales de Buelna, se unió a esa unidad: “Cuando estalló la guerra nos fueron a detener a todos los que éramos de Falange, yo me pude escapar, estuve tres meses escondido por los caseríos, pasé el día del Pilar (12 de octubre de 1936) a Burgos con los hermanos Añívarro, uno murió luego en el frente, el otro fue luego alcalde... Fuimos a Castillo Pedroso, y allí una familia que conocían los Añívarro nos buscó un guía y nos pasó a Burgos, a un pueblo que se llama Ahedo de las Pueblas (Merindad de Valdeporres), las familias aquellas nos daban de comer y todo, de noche fuimos, de día no se podía... Nos fuimos a la Centuria Montañesa que estaba en Espinosa de los Monteros, casi todos eran de Santander que se habían pasado, había también algunos riojanos. Aquella la mandaba luego un comandante que era teniente de Carabineros, Esteban Cecilia, con él tenía un ayudante que era cabo, Isidoro Sempere, esos mandaron primero a los rojos, luego se pasaron, dijeron que iban a visitar el frente y se pasaron. Al hijo de Esteban Cecilia le mataron en el frente, se asomó en una mirilla y le mataron, estuvimos en La Lora, Espinosa de Bricia, Valderredible…” Como seguían pasándose cántabros de derechas se constituyó una Segunda Centuria Montañesa, y a mediados de octubre se les unió una docena de argentinos que acudieron voluntarios para luchar en las filas franquistas, así como un capitán del Ejército Finlandés. Desde Méjico también vino el indiano sobano Tomás Mier, natural de La Revilla, en donde se hallaban sus padres y familia, y que permaneció algún tiempo en Burgos dispensando gran ayuda a sus convecinos y a la causa franquista.
 
En el Valle de Losa se formó la Centuria Menesa de Falange, integrada principalmente por derechistas meneses que se evadieron a La Peña y allí formaron dicha unidad militar falangista, salvo que fuesen muy niños: “Mi hermano “Manolo" y el de Valeriana se pasaron a La Peña, subieron por un arroyo arriba, antes de marchar cogieron unas coplas que yo tenía, las iban dejando trozos e indicando por el camino, para indicar que habían marchado, por la noche ya dijeron que estaban arriba, en La Peña, les ayudaron a subir, había algunos pasos por aquí y por Cadagua. En la noche serena se oía cuando se levantaban, palabras sueltas, mi hermano y el amigo no se quedaron ahí, se fue a casa de una tía mía que vivía en un pueblo de Losa, tenía 14 o 15 años”.

El Cantábrico
(18/12/1936)
 
Muchos meneses subieron al valle de Losa incluidas personas con responsabilidades importantes en el Ayuntamiento y otras entidades. Así, en las actas municipales, al hacerse repaso a la situación económica del Ayuntamiento se hacía constar que, ya iniciada la guerra, “tanto el Secretario como el Depositario de la Corporación habían huido o desaparecido del Valle” (Libro de actas municipales del ayuntamiento del Valle de Mena, 10 de marzo de 1937).
 
Pero pasar la línea no era tan fácil como podemos dar a entender y había casos luctuosos -o rencorosos- o fruto de errores: “Otro tío mío estaba en el Batallón 124 en la parte de Arceniega, se pasó a los nacionales, pero alguien le conoció y le mataron. Pensaban que era un espía que se pasaba por eso, allí había mucha gente de derechas de Mena, sabían que la familia era de los otros. Se llamaba Gregorio Ortiz López, era el hermano más pequeño, casado y con una hija, vivían en Burceña”. El susodicho vecino de Burceña tenía 33 años y murió el 29 de junio de 1937, el mismo día que las tropas franquistas entraron en VaImaseda. Suponemos que debía haber mucha tensión en el frente de Mena.
 
  
Bibliografía:
 
“República, Guerra Civil y Posguerra en Espinosa de los Monteros y merindades de Montija, Sotoscueva y Valdeporres (1931-1950)”. Fernando Obregón Goyarrola.
“República, Guerra Civil y Posguerra en el Valle de Mena (1931-1955)”. Fernando Obregón Goyarrola.
Periódico “el Cantábrico”.
Archivo Provincial de Bolzano.
 
 
Anexos:
 
La Centuria Montañesa defendió el sector de espinosa de los Monteros del frente burgalés hasta principios de 1937, interviniendo en los combates de Loma de Montija el 2 de diciembre de 1936 y en la reconquista del Pico de la Herbosa (Espinosa) el 2 de enero de 1937, ambos con muchas bajas para esta unidad. Después fue trasladada a Villarcayo hasta el mes de febrero, para reponer bajas y reorganizarse, y luego se incorporó a la "Columna Sagardía", que operaba en el frente de La Lora, desde el Alfoz de Bricia hasta el límite con Palencia. Encuadrada en la misma, participaría como de reserva en la ofensiva de Santander en agosto de 1937, y en octubre en el frente de Villamanín (León) y la caída del frente del Norte en Asturias.
 

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