Que no te asusten ni la letra ni el sendero de palabras pues, amigo, para la sed de saber, largo trago.
Retorna tanto como quieras que aquí me tendrás manando recuerdos.


domingo, 30 de noviembre de 2025

Cuando Montserrat tomó Montecillo y otras historias.

 
Resulta un tosco juego de palabras que mont Serrat (monte aserrado) tomase montecillo (monte pequeño) pero, casi, resultaba inevitable. Otro título que he barajado es “Montserrat a Caballo”. Pero lo importante es que esta entrada explicará la presencia de una réplica de la Virgen de Montserrat en Espinosa de los Monteros.

 
Viajemos al fracasado golpe de estado del 18 de julio que derivó en la guerra civil de 1936-1939. Los diferentes partidos políticos, de ambos lados, llamaron a la lucha a sus militantes. En el lado nacionalista, Falange movilizó a unos 200.000 hombres y los carlistas, o requetés, a unos 60.000. Ambos grupos los encuadraron en unidades propias. Los primeros organizaron 116 banderas y los segundos 35 tercios que, aproximadamente, equivalían a un batallón. Entre estos últimos se conoce el único tercio formado por catalanes: el Tercio de Nuestra Señora de Montserrat. Pero no hablaremos de carlistas catalanes, que parece un oxímoron, sino de falangistas catalanes.
 
La mayor parte de los catalanes que lograron salir de Cataluña durante los primeros meses de la guerra por mar o, posteriormente, a través de los Pirineos o de deserciones, acabaron estableciéndose en la España “nacional”. No se quedaron en Francia, por decir algo. Y la capital rebelde era Burgos. Por ello, nuestros protagonistas del día han sido denominados “catalanes de Burgos”, si bien la mayor parte de ellos se establecieron en San Sebastián, Zaragoza, Sevilla o Palma. Eran católicos y conservadores y colaboraron en el esfuerzo de guerra ocupando cargos en la administración, creando negocios o encuadrándose en el ejército y, como hemos dicho, en las milicias de Falange o Carlistas.

 
La Primera Centuria Catalana “Virgen de Montserrat” se formó en Burgos con falangistas catalanes huidos de la zona republicana en agosto de 1936. Tras una instrucción básica partieron hacia el frente de Espinosa de los Monteros el 5 de octubre de 1936. Eran 118 hombres. Estaban a las órdenes del capitán Santiago Martín Busutil -en otras fuentes lo dejan en teniente de complemento en esas fechas-. Como capitán instructor, contaban con el aventurero y antiguo capitán de la caballería finlandesa Carl Von Haartman. El mando político lo llevaba Antonio Geis.
 
Santiago Martín Busutil fue uno de los primeros nacionalsindicalistas de Cataluña. Fue comerciante textil (“Almacenes Busutil” de Barcelona). Junto con José María Poblador fundan las JONS en la capital catalana y en el momento de la expulsión o escisión de Ramiro Ledesma tras la unión con Falange, sin dudarlo, siguieron a su antiguo jefe.

 
Estas JONS minoritarias se reunificarán empujadas por la violencia de la primavera de 1936 y por la ayuda de Manuel Hedilla (que actuaba como inspector nacional nombrado directamente por José Antonio). Junto a las milicias de Primera Línea (centurias Roja, Amarilla y Azul y Escuadras Negras) y el sector que sigue al jefe territorial Roberto Bassas se centrarán en el golpe de estado. Aunque ni siquiera en ese momento actúan unidos, por lo que el consejero nacional Luis Santamarina, el 19 de julio, asume el mando de la Falange sublevada y nombra a José María Poblador y a Santiago Martín Busutil (que era teniente de Complemento), como jefes militares de los voluntarios falangistas. Evidentemente salió mal el golpe en Barcelona y Martín Busutil logra escapar de las detenciones.
 
Después de mil peripecias llega a Burgos, donde fundó y comandó la centuria de la que hablamos y a la que se unen los pocos falangistas catalanes que se encontraban en la zona. Santiago ascendió a capitán por méritos de guerra, pero en el ataque a la cota 921 de la localidad de Ahedo de las Pueblas, morirá.

 
Pero no nos adelantemos y describamos el tablero de juego. La línea del frente iba desde La Herbosilla, Los Campos (en el lugar donde hoy hay unos chalets adosados), el alto de Los Laos, Quintana de los Prados (cuesta de la Cabra), Loma de Montija y El Crucero.
 
El 10 de octubre de 1936, cinco días después de llegar, la Centuria Catalana inició su actividad bélica en un contraataque desde Quintana de los Prados ocupando el pueblo de Montecillo de Montija. Actuaron como respuesta al intento republicano de romper el frente en el sector de Loma de Montija. Al día siguiente instalaron allí su cuartel general. Quizá después de esta acción se suavizó un poco el disgusto local porque hablasen en catalán. Esa afirmación de rechazo a lo catalán procede de wiki.vilaveb.cat, para que saquen sus propias conclusiones. De hecho, confunden la Centuria Catalana con el Tercio de Requetés “Virgen de Montserrat”. Cosas de que ambas milicias se llamasen igual. En fin…

 
El 8 de noviembre ocuparon la estratégica posición de La Herbosa. Con ellos se estaban las Centurias burgalesas decimotercera y decimoséptima. Por esta acción se cantó la siguiente coplilla:
 
“La centuria diecisiete
la trece y la Catalana
hemos tomado La Herbosa
a bayoneta calada”.
 
Con esta acción aliviaron la presión republicana sobre Espinosa, si bien esa cota sería recuperada por los republícanos el 31 de diciembre. También tuvo una destacada participación en los ataques republicanos de los días 21 de noviembre y 6 de diciembre. En los partes oficiales figura que rechazaron y causaron grandes pérdidas al enemigo incluyendo la destrucción de dos tanques apoderándose también de ametralladoras y morteros, sufriendo a su vez diecisiete muertos en la posición del Caballo y cincuenta heridos.

 
Pero detengámonos un poco más en esta última acción. A primeros de diciembre de 1936, las fuerzas republicanas iniciaban una ofensiva en el frente de Espinosa de los Monteros. Por el Norte avanzaban tomando el Alto de los Mostajos en el Costal y la cota de Picón Blanco, mientras por el Este intentaban avanzar sobre Quintana de los Prados. En mitad de estos avances, en el sector denominado El Caballo, se encontraban las tropas de la Centuria Catalana que se vieron sorprendidas por las milicias republicanas en la madrugada del 6 de diciembre, sufriendo numerosas bajas.
 
Sobre este combate tenemos varias versiones. Así en el periódico falangista “Destino”, en una crónica que rezuma patrioterismo, relata: “Cuartel de la centuria catalana de Falange “Virgen de Montserrat”.— Son las diez y media de la noche. La centuria se dispone a descansar. Se comentan, en voz baja, las últimas novedades; hay optimismo y alegría general. A las once .y media, el silencio es absoluto; solamente es interrumpido por algunos ronquidos que bastarían por si solos para desvelar a toda la centuria; pero el cansancio es tan grande que ni los mismos cañones conseguirían despertar a estos bravos luchadores.

 
Sin embargo, poco después el sueño apacible es roto por fuertes golpes dados en la puerta. Más lejos se oían las cornetas tocando generala, y aquellos hombres a quienes no habría nada interrumpido, se despiertan, al oír las cornetas. Es la llamada a formar. El enemigo ataca y todos acuden solícitos inmediatamente. Se oyen voces autoritarias mandando formar con armas, rápidamente y por escuadras, llevando la dotación completa. En un momento todo el mundo está en su puesto. El jefe exclama: ¡Treinta voluntarios, que salgan inmediatamente! Todos levantan el brazo al estilo romano. Esto ocurre siempre que se piden voluntarios.
 
El oficial vuelve a ordenar que salgan los treinta primeros de la segunda Falange, con alegría y emoción por los que parten y envidia por los que quedan. Más tarde se oye un fuerte tiroteo. Son los nuestros que han salido al encuentro del enemigo. Este ataca de sorpresa, pero en cuanto se convence de que todas las previsiones están tomadas, abandona la lucha. Sabe el peligro que corre si presenta batalla.

 
Nueva orden de Comandancia: “Que descanse lodo el mundo con las cartucheras puestas y el fusil al lado”. Desencanto general en la Centuria: “estos rojos han huido como de costumbre sin que hayamos podido, dar cuenta de ellos”... Tres y media de la madrugada, Comandancia vuelve a ordenar “a formar y salir inmediatamente. Se forma en un dormitorio y se ordena “firmes”. El Capitán agregado a la Centuria manifiesta que, antes de salir, el Padre de la misma les dirigirá la palabra. Este, con voz paternal, pero segura, dice: “Esta vez vuestros deseos no serán frustrados. Vais a entrar en combate y a luchar en defensa de Dios y de la Patria y si alguno pierde la vida, será para comenzar otra eterna de felicidad. No olvidéis ésta y prepararos, pues, como cristianos, arrepentiros de todo corazón de vuestras culpas y rezad conmigo un Acto de Contrición... Seguidamente, en medio de respetuoso silencio, el Padre da la absolución. ¡Hermoso contraste, la sencillez de la escena con la grandiosidad del acto!”.
 
Ahora sale ya la Centuria hacia el campo de batalla con el corazón henchido de Fe y entusiasmo patriótico; ¡con estos ideales son invencibles!... Van carretera adelante; pasan la última guardia del pueblo; con ellos forman también otras fuerzas de la Guardia Civil y algunas compañías de otros regimientos. De pronto dejan la carretera y comienzan a subir monte traviesa (Sic); el entusiasmo crece hasta el límite, ahora ya saben a dónde van. Se trata de asaltar los parapetos que tienen los rojos, magníficamente situados en lo alto de “La Herbosa”, a 1.200 metros de altitud. La ascensión lenta pero continuada se hace sin desmayos, comienza a amanecer y se acelera la marcha; aparece el sol, y se inicia el ataque, como reza el Himno de Falange, “Cara al sol con la camisa nueva”.


A los catalanes se les reserva el honor de formar la vanguardia. Se ordena desplegar en guerrilla preparados para el asalto y se da la orden de “Avance”. Quedan pocos metros para ser descubiertos por el enemigo y se adelanta precipitadamente; todos quieren ser los primeros. Los jefes tienen que ordenar calma. Suena la primera descarga; el enemigo los ha descubierto; la lucha está entablada. Hay que avanzar completamente al descubierto unos 300 metros hasta llegar a los primeros parapetos del enemigo. Éste, estratégicamente atrincherado, hace descargas cerradas, pero lodo es inútil; a los catalanes ya no les detiene nada; en medio de una lluvia de balas avanzan ahora en carrera desenfrenada hacia la victoria o la muerte, que es en este caso vida eterna. Cae uno de ellos atravesado por tres balazos; ¡no importa!, ¡adelante siempre! Al caer aún le quedan fuerzas para gritar ¡Arriba España! (Tomad nota funestísimo Cambó, a pesar del veneno que habéis infiltrado al noble pueblo de Cataluña, no grita el egoísta “¡Visça Catalunya” sino el ¡Viva España! amplio y generoso en el que va incluida Cataluña y Castilla y Navarra y todas las regiones de España).
 
Algunos comienzan a cantar el Himno de Falange, se baten también heroicamente; ¡no en balde los anima a todos el mismo espíritu patriótico! El Sacerdote y el Médico de la Centuria acuden solícitos a donde ven un caído, con riesgo evidente de sus vidas. Los rojos estupefactos se convencen que estos catalanes no son los del 6 de octubre y de que todos los que no caigan seguirán avanzando hasta echarlos de sus guaridas, exponiéndose a una muerte cierta; ¡demasiado sacrificio para quienes combaten sin ideales! Prefieren dejar la lucha, y así lo hacen abandonando precipitadamente las trincheras y por tanto la situación estratégica que les había encomendado Moscú para su defensa. Algunos catalanes han calado ya la bayoneta y en medio de gritos patrióticos de ¡Arriba España!, ¡Viva el Ejército! y ¡Adelante Falange! son asaltados y conquistados para España todos los parapetos. El primer catalán, que ha sido el primer español que ha saltado a ellos, clava la bandera de España. Será éste un símbolo de la Nueva España. ¡Los catalanes poniendo la bandera española en tierras de Castilla!

 
El entusiasmo es indescriptible; los vivas se repiten sin cesar; los jefes y oficiales tienen que hacer esfuerzos inauditos para detener a estos falangistas entusiastas que quieren perseguir a los rojos hasta aniquilarlos a todos. ¡A Santander gritan muchos!, pero la orden, como militar, es terminante; “una vez conseguido el objetivo conservar la posición”. El botín que se les coge es abundante; cinco magnificas tiendas de campaña, 200 mantas, varias cajas de bombas de mano y de municiones, un fusil ametrallador, etc., etc. Al cabo de tres horas llegan fuerzas de Espinosa para relevar a los que han efectuado el asalto. Estas descienden pletóricas de entusiasmo. Los catalanes, entre otros trofeos, bajan la bandera roja arrancada a los marxistas de su propia guarida. Al llegar a Espinosa todo el pueblo les saluda emocionado (…)”.
 
(…) La Centuria regresa a su Cuartel. Llega de Comandancia el oficial agregado a la misma y previa la orden de “firmes” manifiesta: “Os traigo la felicitación entusiástica del Mando y la mía propia. No es posible luchar con mayor bravura y heroísmo que lo habéis hecho vosotros. Ya en el combate de Quintana os distinguisteis luchando heroicamente, valiéndoos entonces la felicitación efusiva del jefe de las fuerzas de este frente, pero esta vez os habéis superado; ni el Tercio hubiese podido aventajaros. ¡Arriba España!”. Este relato lo firmó Ignacio Llobet que era un miembro de esta centuria y que no sobrevivirá a la guerra.

 
Esta escaramuza también era relatada, doce años después, por R. de la Serna que fue integrante de la Centuria Montañesa. No de la catalana. Y la distancia en el tiempo y no ser de la misma unidad se notó. Este falangista relataba en una revista católica catalana que “ (…) el cinco de diciembre, bien de mañana se vio desde las posiciones ocupadas por la “Virgen de Montserrat” destacarse de las enemigas un nutrido grupo de milicianos. Avanzó lentamente, bandera blanca desplegada en cabeza, cruzando con bastantes dificultades la inmensa sábana blanca que cubría con una capa de más de veinte centímetros de nieve toda la tierra hasta el horizonte, piadoso sudario que pasadas no muchas horas había de amparar tantos cadáveres. Pedían parlamento. Y se parlamentó. En una barrancada intermedia los nacionales se informaron de que al día siguiente se pasarían a sus filas para luchar al lado de Franco la mayor parte de las fuerzas defensoras de La Herbosa.
 
Con las primeras luces del seis de diciembre de hace doce años, fecha de la heroica gesta, comenzaron a abandonar sus trincheras las fuerzas adversarias, llevando en cabeza como el día anterior una bandera blanca desplegada. En aquellos momentos montaban guardia en la posición nacional treinta hombres, diez en cada parapeto. El resto de la Centuria descansaba en su cuartel de Espinosa. Los catalanes, confiados en las negociaciones de la víspera, dejaron avanzar al enemigo, pero cuando éste se encontraba a muy escasos metros de las alambradas españolas abrió nutridísimo fuego, y se desplegó en franco ataque. ¡Procedimientos muy marxistas! La reacción no se hizo esperar e inmediatamente los treinta falangistas, al grito de ¡Arriba España! iniciaron el contraataque contra fuerzas cien veces, mil veces, mayores.

 
Los camaradas de “la Catalana”, que se encontraban en Espinosa, al oír el nutridísimo fuego, y comprender que sus compañeros corrían un grave peligro, sin recibir órdenes de nadie, cada uno por su propia iniciativa, se lanzaron Caballo arriba, en auxilio de los que se defendían bravamente. A esta heroica resistencia que en los primeros momentos ofrecieron los treinta falangistas de guardia, y al refuerzo prestado tan rápida como oportunamente por sus camaradas, se debió el que quedara frustrado el plan “sorpresa”, pues dieron tiempo a que se organizara en debida forma el contraataque. Después de un serio combate los atacantes se retiraron a las nueve de la mañana, dejando la nieve sembrada de cadáveres”.
 
“(…) La unidad quedó momentáneamente deshecha. El sesenta por ciento de sus elementos había caído con alegría y ardor por Dios y por España... Diez muertos y más de cuarenta heridos fue el elocuente balance”. Como vemos de esta parte no nos cuenta nada el anterior “plumilla” Llobet.
 
Una tercera versión la publicó “Destino” unas semanas después de la anterior y que comenta, también, ese raro asunto de la bandera blanca el día 6 de diciembre de 1936. A su manera, claro: “Nos despierta un tiroteo intensísimo, muy cercano. Conviene prepararse a toda prisa, sin esperar órdenes. Los tiros se van acercando, suenan por el Alto del Caballo, una de las posiciones nuestras, clave de Espinosa, que la Centuria conoce perfectamente por las innumerables guardias que hiciera en sus parapetos. Todavía no se ha dado la alarma en el pueblo. Pero se comprende en seguida que el peligro es inminente. Además, 18 Camaradas nuestros están de guardia en la posición, juntos con 22 soldados de Infantería. Son las siete de la mañana. Todos rivalizan en vestirse rápidamente. De pronto un enlace llega corriendo de Comandancia, con la orden de formar. El ruido de la batalla continúa intenso. Entra en acción nuestra batería, pero no vemos aún a donde dirige sus disparos.

 
Nueva orden de Comandancia: que 50 hombres suban inmediatamente al “Caballo”. Aprisa por la empinada pendiente, subimos los 60 primeros. En la cuesta empiezan a silbar las balas. Desde la posición, ya cercana, bajan los primeros heridos; dos muchachos de los nuestros. De paso, un saludo, un voto. Y adelante. Al llegar a la posición, la primera noticia, de lo ocurrido, pera vaga, sin detalles. Los parapetos más avanzados han caído en manos del enemigo. Hay que reconquistarlos, sin perder tiempo. El tiroteo no cesa ni un solo minuto. Parece que los marxistas han atacado por sorpresa que su número es muy superior al nuestro.
 
Se despliega en guerrilla, y seguimos avanzando hacia los parapetos perdidos. Sin parar, adelante, por la ladera desierta cubierta de brezo y encharcada por la llovizna. De pronto, a pocos metros, aparece una guerrilla enemiga. Son muchos, 100, 200 tal vez. Han rebasado la línea de nuestros parapetos y van bajando. Al vernos, cesa por un momento, el tiroteo. Titubean, como si no supieran lo que han de hacer. En los parapetos en su poder aparece una bandera blanca. Van a rendirse. Los invitamos a tirar las armas, a entregarse. Uno de los nuestros quiere adelantarse a parlamentar con ellos, noblemente, sin arma en la mano, Desoyendo nuestros consejos, avanza unos pasos, confiado en una nobleza que el enemigo nunca tuvo, desde que empezó la guerra. Se enfrenta con unos milicianos que cobardemente le dejan acercarse. Y de pronto “erumpe” de las filas enemigas el grito traidor “Viva Rusia” -el grito que parece mentira en pechos españoles- y el héroe cae, acribillado a balazos, Camarada hermano de nuestra Falange, tu muerte será vengada.

 
Acto seguido, iniciamos el fuego contra los asesinos. Caen algunos, los demás huyen a los parapetos. Se entabla un tiroteo furioso. El enemigo contesta a nuestra fusilería con ametralladoras. No cabe acercarse a las trincheras mientras no lleguen refuerzos. La lucha es muy desigual. La Centuria resiste hasta que de Espinosa suben más fuerzas y luego se lanzan a un ataque a la bayoneta, secundada por las demás tropas. El enemigo cede al ímpetu arrollador del ataque, abandona los parapetos, huye por la montaña. El Alto del Caballo es nuestro. Espinosa está salvado (…).
 
Otra versión de esta refriega aparece escrita en el libro “Los Catalanes en la guerra de España” (1951) de José María Fontana. Este voluntario se incorporó a la Centuria Catalana días después de la masacre: “Yo llegué a la España Nacional el día 19 de diciembre. Y me explicaron que hacía pocos días, el 6 de dicho mes, la centuria Virgen de Montserrat había sido diezmada. Los rojos santanderinos atacaron de noche todavía nuestras débiles posiciones que, en el Alto del Caballo, defendían Espinosa de los Monteros. El fuego resultaba ensordecedor, y antes de que llegara el parte, todos se vistieron, dispuestos a subir en socorro de sus camaradas. La situación era crítica, pues, acercándose el enemigo en la oscuridad y en número muy superior, había logrado ocupar los primeros parapetos. Sin esperar órdenes, todos emprendieron la subida: Arolas, que ganara gloriosa muerte a sus cincuenta años; enfermos de cuidado, como Leoncio Soler de Puig (nieto de don Leoncio Soler y March, ex senador y diputado de la Lliga), que murió al recoger a un soldado herido, y todos los que estaban en el hospital. El espectáculo de arriba era trágico. Muertos, por todas partes, y algunos, como Farfán y Rafael Soler, ya en poder de los rojos. Casi todos los supervivientes, heridos. Pero, rabiosamente pegados al terreno y cubiertos de sangre, Forgas, Figuerola, Iglesias, Martí, Sanz, Martínez, Solé, Foret, Delcort, Llobet..., siguen disparando mientras les queda sangre y fuerza para cargar. Todos los parapetos están tomados y en forma de semi círculo baten al único y último que queda, llamado parapeto central. Aquí se replegó el grueso de supervivientes, y los demás se repartieron por los flancos. El frío es intenso y la niebla cubre por unos momentos la trágica escena, ocasión que se aprovecha para retirar y recoger heridos y muertos. Los rojos se han aproximado, y, ocultos por una nube baja que se arrastra hacia nosotros, surgen sus sombras a menos de treinta metros. Caen muchos. Sólo tres hombres quedan en pie en este parapeto, y los tres están levemente heridos. Martínez Torres se pone a la ametralladora, mientras Pedro Pere y Rodríguez tiran las bombas de que disponen y siguen disparando sin cesar. Se unen unos cuantos, con Carreras, Iglesias, Cusi, Marti Puntas, Mussons, Llorens, Moragas, Vila, Batllevell, Geis, Carait, y por el flanco les castigan en descargas cerradas. No queda más munición en la ametralladora. Se desenvainan los machetes, y se inicia la carga a la bayoneta. Antonio Quijada la clava tan fuerte, que no puede sacarla del cuerpo enemigo y recibe a su vez un tremendo bayonetazo en el vientre. El choque es violento, y el combate dura cuatro horas y media. De ochenta combatientes quedaron muertos 17 y 50 heridos. ¡Pero la bandera de España siguió flotando en El Caballo! Cuando el jefe quiso pasar revista a la centuria tuvo que desistir, pues le fue más fácil tomar nota de la docena y pico de supervivientes”. Entre esos muertos estaba Leoncio Soler i Pallejá como recordó, en unas breves memorias, el espinosiego Bonifacio Alcorta Martínez. Elijan ustedes el relato que les resulte más creíble. O ninguno.

 
La unidad fue propuesta para la Medalla Militar Colectiva por el teniente coronel Moliner, jefe del Sector, por su papel. Después del combate sangriento en el Alto del Caballo, la Centuria se traslada por una semana a Villarcayo y seguidamente a Loma de Montija. Aquí nuevamente se reanuda la vida de trinchera y pasarán la Nochebuena, alegrada por los regalos que envía retaguardia. El 2 de enero de 1937, entrarían de nuevo en acción en un intento de recuperar la posición del Mirador tras haber sido sorprendidas, y desplazadas de los parapetos, las fuerzas nacionales mientras celebraban el año nuevo de 1937. Tras este último combate la Centuria Catalana de falange había dejado de ser una unidad operativa. Se reorganizan y trasladan a Ahedo de las Pueblas.
 
La Centuria se agregó a la Primera Bandera de la Falange de Burgos dentro de la sexagésimo segunda División formando la cuarta centuria de esa unidad. Será una centuria formada ya por catalanes y castellanos. El día 22 de marzo, en una tarde fría, cubierta y de mala visualidad se detecta que varios republicanos se acercaron al pueblo de Robledo de las Pueblas. Los de la Centuria Catalana fueron en su busca. Diez hombres acompañaron al jefe de Falange. Sigilosamente, mientras nevaba, se llegó a las casas más lejanas de Robledo, por sendas escondidas, llenas de agua y barro, sorprendiendo a los republicanos que se retiraban con el producto de su robo.

 
El día 13 de agosto de 1937 se les asignó el sector de Ahedo de las Pueblas. Por la noche se desplazaron de Soncillo a Pedrosa y, luego, andando hasta Ahedo donde llegan casi al alba. Desde esa posición verán la llegada de los bombarderos y los disparos de la artillería de campaña. Al mediodía del día catorce se levantará la niebla y aumentará el viento que impedirá los bombardeos. Es el momento de la infantería. La Centuria donde están los catalanes deberá tomar la difícil cota 921 que estaba protegida por una triple línea de alambradas. Para alcanzarla debían ascender una lisa pendiente de más de un kilómetro disfrutando del fuego cruzado de los republicanos.
 
Calcularon unos sesenta soldados republicanos pero el fortín de esa cota estaba ocupado por dos compañías de voluntarios del batallón 114. Los falangistas avanzaron entre la fina lluvia y el viento cortante. Al llegar a las alambradas caen los oficiales -capitán Busutil, Pedro Pelfort (Alférez Provisional), Presa y Vidal- que dirigían la operación en primera línea.

 
Los supervivientes, al mando del “Pater”, monsén Ramón Grau, que también será herido, vuelven al ataque. La centuria fue aniquilada. En esos mismos combates 372 soldados italianos del CTV, también perdieron la vida.
 
Otros caídos de la centuria catalana fueron: Arola, Borrás, Borrallo, Carreras, Cusi, Del Col, De los Godos, Figuerola, Forgas, Iglesias, Larrosa, Ledesma, Llanza, Ignacio Llobet, Llorens, Martí, Martínez, Morali, Musons, José María Ortoll, Pérez, Quijada, Romero, San Vicens, Sanz, Sintes, Serraller, Leoncio Solé, Soler, Varenne y Juan y Francisco Carreras. También hubo heridos como Cleto Rochas Sancho que después sería guardia civil y que recibió la medalla de plata de Barcelona. Eloy Manzano, también guardia civil, o Eufrasio López Nuñez -que era de Sestao (Vizcaya)- también recibieron esa distinción. Sin olvidar nombres como el del capitán -y antes alférez provisional- Nonito Mateu Mir.

 
Dado que muchos de los integrantes de la centuria eran estudiantes antes de la guerra bastantes de ellos pasaron a las academias de Alféreces Provisionales y a las primitivas, y luego prohibidas, academias de jefes de Centuria de Falange incorporándose luego a diversas unidades. Posteriormente una nueva Centuria catalana de Falange se incorporó a la quincuagésimo segunda División.
 
En junio de 1949, algunos de los supervivientes, junto a familiares de los fallecidos, rendían homenaje a los muertos de la Primera Centuria Catalana en una visita a Espinosa de los Monteros. Como conmemoración de este homenaje, se erigió una lápida con el nombre de ocho de los fallecidos en el cementerio de la localidad. También se colocó una imagen de la Virgen de Montserrat en la iglesia de Espinosa.

 
En 1962 con motivo del XXVI aniversario de su entrada en fuego de la Primera Centuria Catalana Virgen de Montserrat, sus supervivientes homenajearon al Frente de juventudes en su vigésimo segundo aniversario. Allí se les entregó una placa con un texto del caído Pedro Pelfort a su esposa, en la que registraban que, antes de morir, recomendaba la inscripción de su hijo en la Organización Juvenil falangista.
 
Durante el franquismo, el ayuntamiento de Espinosa de los Monteros concedió a la Centuria Catalana de Falange la medalla de oro de la ciudad. También obtuvieron la de la provincia por la Diputación Provincial de Burgos. Un grupo escolar de Espinosa llevó el nombre de la Centuria Catalana y había también una calle con ese nombre. En poblaciones catalanas, incluida Barcelona, tuvieron numerosas calles el nombre de la primera Centuria Catalana. Destacaremos la inauguración, en 1955, de un monumento en honor de esta unidad militar que lo situaron en la plaza de Espinosa de los Monteros de Barcelona. Hoy estaría en la zona de la plaza Prat de la Riba. Y, por supuesto, supervivientes de esta centuria participaban en los homenajes que se realizaban en la Columna Sagardía.

 
En total, de los 118 hombres que tuvo la Centuria Catalana 35 murieron, 18 quedaron mutilados y más de 50 fueron heridos de distinta consideración, pero bastantes de los supervivientes terminaron la guerra como oficiales del bando vencedor. En el cementerio de Espinosa de los Monteros se hizo una sepultura colectiva para los que cayeron en este frente. Otro recuerdo de su presencia es una copla inspirada indudablemente en la famosa del Barranco del Lobo, de la Guerra de Melilla y que Bonifacio Alcorta se atribuye:
 
“En las cumbres de Espinosa
hay una fuente que mana
sangre de los catalanes
que murieron por España”.
 
 
 
Bibliografía:
 
Periódico “La Vanguardia”.
Historiadors de Catalunya.
“El Tercio de Requetés de Nuestra Señora de Montserrat en la Batalla del Ebro”. Eduardo Palomar Baró.
Asociación de modelismo “Alabarda”.
“República, Guerra Civil y posguerra en Espinosa de los Monteros y merindades de Montija, Sotoscueva y Valdeporres (1931-1950)”. Fernando Obregón Goyarrola.
“In Spinosa Nostram Portionem”. Página de Facebook.
La razón de la proa. 
“Catalanes en Espinosa de los Monteros (bando franquista) deben soportar la animadversión de la población autóctona hacia la lengua catalana”. wiki.vilaveb.cat
“Medallas e insignias de la guerra civil, posguerra y franquismo”. 
Periódico “El Adelanto”.
Periódico “La Voz de Castilla”.
Periódico “Diario de Burgos”.
Hoja oficial de la provincia de Barcelona.
Periódico “La Prensa”.
Periódico “Hoja del Lunes”.
Periódico “El adelantado de Segovia”.
Periódico “Pueblo”.
Boletín Oficial del Estado.
“Recuerdos”. Bonifacio Alcorta Martínez.
“Folletos del secretariado de Caridad del Centro Interno de A.C. de Santa María del Hospital Provincial de Lérida”.
Periódico “Destino”.
"Uniformes militares de la Guerra Civil española en color". José María Bueno.
 
 

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