Resulta
un tosco juego de palabras que mont Serrat (monte aserrado) tomase montecillo
(monte pequeño) pero, casi, resultaba inevitable. Otro título que he barajado
es “Montserrat a Caballo”. Pero lo importante es que esta entrada explicará la
presencia de una réplica de la Virgen de Montserrat en Espinosa de los
Monteros.
Viajemos
al fracasado golpe de estado del 18 de julio que derivó en la guerra civil de
1936-1939. Los diferentes partidos políticos, de ambos lados, llamaron a la
lucha a sus militantes. En el lado nacionalista, Falange movilizó a unos
200.000 hombres y los carlistas, o requetés, a unos 60.000. Ambos grupos los
encuadraron en unidades propias. Los primeros organizaron 116 banderas y los
segundos 35 tercios que, aproximadamente, equivalían a un batallón. Entre estos
últimos se conoce el único tercio formado por catalanes: el Tercio de Nuestra
Señora de Montserrat. Pero no hablaremos de carlistas catalanes, que parece un
oxímoron, sino de falangistas catalanes.
La
mayor parte de los catalanes que lograron salir de Cataluña durante los
primeros meses de la guerra por mar o, posteriormente, a través de los Pirineos
o de deserciones, acabaron estableciéndose en la España “nacional”. No se
quedaron en Francia, por decir algo. Y la capital rebelde era Burgos. Por ello,
nuestros protagonistas del día han sido denominados “catalanes de Burgos”, si
bien la mayor parte de ellos se establecieron en San Sebastián, Zaragoza,
Sevilla o Palma. Eran católicos y conservadores y colaboraron en el esfuerzo de
guerra ocupando cargos en la administración, creando negocios o encuadrándose
en el ejército y, como hemos dicho, en las milicias de Falange o Carlistas.
La
Primera Centuria Catalana “Virgen de Montserrat” se formó en Burgos con
falangistas catalanes huidos de la zona republicana en agosto de 1936. Tras una
instrucción básica partieron hacia el frente de Espinosa de los Monteros el 5
de octubre de 1936. Eran 118 hombres. Estaban a las órdenes del capitán Santiago
Martín Busutil -en otras fuentes lo dejan en teniente de complemento en esas
fechas-. Como capitán instructor, contaban con el aventurero y antiguo capitán
de la caballería finlandesa Carl Von Haartman. El
mando político lo llevaba Antonio Geis.
Santiago
Martín Busutil fue uno de los primeros nacionalsindicalistas de Cataluña. Fue
comerciante textil (“Almacenes Busutil” de Barcelona). Junto con José María
Poblador fundan las JONS en la capital catalana y en el momento de la expulsión
o escisión de Ramiro Ledesma tras la unión con Falange, sin dudarlo, siguieron a
su antiguo jefe.
Estas
JONS minoritarias se reunificarán empujadas por la violencia de la primavera de
1936 y por la ayuda de Manuel Hedilla (que actuaba como inspector nacional
nombrado directamente por José Antonio). Junto a las milicias de Primera Línea
(centurias Roja, Amarilla y Azul y Escuadras Negras) y el sector que sigue al
jefe territorial Roberto Bassas se centrarán en el golpe de estado. Aunque ni
siquiera en ese momento actúan unidos, por lo que el consejero nacional Luis
Santamarina, el 19 de julio, asume el mando de la Falange sublevada y nombra a
José María Poblador y a Santiago Martín Busutil (que era teniente de
Complemento), como jefes militares de los voluntarios falangistas.
Evidentemente salió mal el golpe en Barcelona y Martín Busutil logra escapar de
las detenciones.
Después
de mil peripecias llega a Burgos, donde fundó y comandó la centuria de la que
hablamos y a la que se unen los pocos falangistas catalanes que se encontraban
en la zona. Santiago ascendió a capitán por méritos de guerra, pero en el
ataque a la cota 921 de la localidad de Ahedo de
las Pueblas, morirá.
Pero
no nos adelantemos y describamos el tablero de juego. La línea del frente iba
desde La Herbosilla, Los Campos (en el lugar donde hoy hay unos chalets
adosados), el alto de Los Laos, Quintana de los Prados (cuesta de la Cabra),
Loma de Montija y El Crucero.
El
10 de octubre de 1936, cinco días después de llegar, la Centuria Catalana inició
su actividad bélica en un contraataque desde Quintana de los Prados ocupando el
pueblo de Montecillo de Montija. Actuaron como respuesta al intento republicano
de romper el frente en el sector de Loma de Montija. Al día siguiente
instalaron allí su cuartel general. Quizá después de esta acción se suavizó un
poco el disgusto local porque hablasen en catalán. Esa afirmación de rechazo a
lo catalán procede de wiki.vilaveb.cat, para que
saquen sus propias conclusiones. De hecho, confunden la Centuria Catalana con
el Tercio de Requetés “Virgen de Montserrat”. Cosas de que ambas milicias se
llamasen igual. En fin…
El
8 de noviembre ocuparon la estratégica posición de La Herbosa. Con ellos se estaban
las Centurias burgalesas decimotercera y decimoséptima. Por esta acción se
cantó la siguiente coplilla:
“La centuria diecisiete
la trece y la Catalana
hemos tomado La Herbosa
a bayoneta calada”.
Con
esta acción aliviaron la presión republicana sobre Espinosa, si bien esa cota
sería recuperada por los republícanos el 31 de diciembre. También tuvo una
destacada participación en los ataques republicanos de los días 21 de noviembre
y 6 de diciembre. En los partes oficiales figura que rechazaron y causaron
grandes pérdidas al enemigo incluyendo la destrucción de dos tanques
apoderándose también de ametralladoras y morteros, sufriendo a su vez diecisiete
muertos en la posición del Caballo y cincuenta heridos.
Pero
detengámonos un poco más en esta última acción. A primeros de diciembre de 1936,
las fuerzas republicanas iniciaban una ofensiva en el frente de Espinosa de los
Monteros. Por el Norte avanzaban tomando el Alto de los Mostajos en el Costal y
la cota de Picón Blanco, mientras por el Este intentaban avanzar sobre Quintana
de los Prados. En mitad de estos avances, en el sector denominado El Caballo,
se encontraban las tropas de la Centuria Catalana que se vieron sorprendidas
por las milicias republicanas en la madrugada del 6 de diciembre, sufriendo
numerosas bajas.
Sobre
este combate tenemos varias versiones. Así en el periódico falangista
“Destino”, en una crónica que rezuma patrioterismo, relata: “Cuartel de la
centuria catalana de Falange “Virgen de Montserrat”.— Son las diez y media de
la noche. La centuria se dispone a descansar. Se comentan, en voz baja, las
últimas novedades; hay optimismo y alegría general. A las once .y media, el
silencio es absoluto; solamente es interrumpido por algunos ronquidos que
bastarían por si solos para desvelar a toda la centuria; pero el cansancio es
tan grande que ni los mismos cañones conseguirían despertar a estos bravos
luchadores.
Sin
embargo, poco después el sueño apacible es roto por fuertes golpes dados en la
puerta. Más lejos se oían las cornetas tocando generala, y aquellos hombres a
quienes no habría nada interrumpido, se despiertan, al oír las cornetas. Es la llamada
a formar. El enemigo ataca y todos acuden solícitos inmediatamente. Se oyen
voces autoritarias mandando formar con armas, rápidamente y por escuadras,
llevando la dotación completa. En un momento todo el mundo está en su puesto.
El jefe exclama: ¡Treinta voluntarios, que salgan inmediatamente! Todos
levantan el brazo al estilo romano. Esto ocurre siempre que se piden
voluntarios.
El
oficial vuelve a ordenar que salgan los treinta primeros de la segunda Falange,
con alegría y emoción por los que parten y envidia por los que quedan. Más
tarde se oye un fuerte tiroteo. Son los nuestros que han salido al encuentro
del enemigo. Este ataca de sorpresa, pero en cuanto se convence de que todas
las previsiones están tomadas, abandona la lucha. Sabe el peligro que corre si
presenta batalla.
Nueva
orden de Comandancia: “Que descanse lodo el mundo con las cartucheras puestas y
el fusil al lado”. Desencanto general en la Centuria: “estos rojos han huido
como de costumbre sin que hayamos podido, dar cuenta de ellos”... Tres y media
de la madrugada, Comandancia vuelve a ordenar “a formar y salir inmediatamente.
Se forma en un dormitorio y se ordena “firmes”. El Capitán agregado a la
Centuria manifiesta que, antes de salir, el Padre de la misma les dirigirá la
palabra. Este, con voz paternal, pero segura, dice: “Esta vez vuestros deseos
no serán frustrados. Vais a entrar en combate y a luchar en defensa de Dios y
de la Patria y si alguno pierde la vida, será para comenzar otra eterna de
felicidad. No olvidéis ésta y prepararos, pues, como cristianos, arrepentiros
de todo corazón de vuestras culpas y rezad conmigo un Acto de Contrición... Seguidamente,
en medio de respetuoso silencio, el Padre da la absolución. ¡Hermoso contraste,
la sencillez de la escena con la grandiosidad del acto!”.
Ahora
sale ya la Centuria hacia el campo de batalla con el corazón henchido de Fe y
entusiasmo patriótico; ¡con estos ideales son invencibles!... Van carretera
adelante; pasan la última guardia del pueblo; con ellos forman también otras
fuerzas de la Guardia Civil y algunas compañías de otros regimientos. De pronto
dejan la carretera y comienzan a subir monte traviesa (Sic); el entusiasmo crece hasta el
límite, ahora ya saben a dónde van. Se trata de asaltar los parapetos que
tienen los rojos, magníficamente situados en lo alto de “La Herbosa”, a 1.200
metros de altitud. La ascensión lenta pero continuada se hace sin desmayos,
comienza a amanecer y se acelera la marcha; aparece el sol, y se inicia el
ataque, como reza el Himno de Falange, “Cara al sol con la camisa nueva”.
A
los catalanes se les reserva el honor de formar la vanguardia. Se ordena
desplegar en guerrilla preparados para el asalto y se da la orden de “Avance”.
Quedan pocos metros para ser descubiertos por el enemigo y se adelanta
precipitadamente; todos quieren ser los primeros. Los jefes tienen que ordenar
calma. Suena la primera descarga; el enemigo los ha descubierto; la lucha está
entablada. Hay que avanzar completamente al descubierto unos 300 metros hasta
llegar a los primeros parapetos del enemigo. Éste, estratégicamente
atrincherado, hace descargas cerradas, pero lodo es inútil; a los catalanes ya
no les detiene nada; en medio de una lluvia de balas avanzan ahora en carrera
desenfrenada hacia la victoria o la muerte, que es en este caso vida eterna.
Cae uno de ellos atravesado por tres balazos; ¡no importa!, ¡adelante siempre!
Al caer aún le quedan fuerzas para gritar ¡Arriba España! (Tomad nota
funestísimo Cambó, a pesar del veneno que habéis infiltrado al noble pueblo de
Cataluña, no grita el egoísta “¡Visça Catalunya” sino el ¡Viva España! amplio y
generoso en el que va incluida Cataluña y Castilla y Navarra y todas las
regiones de España).
Algunos
comienzan a cantar el Himno de Falange, se baten también heroicamente; ¡no en
balde los anima a todos el mismo espíritu patriótico! El Sacerdote y el Médico
de la Centuria acuden solícitos a donde ven un caído, con riesgo evidente de
sus vidas. Los rojos estupefactos se convencen que estos catalanes no son los
del 6 de octubre y de que todos los que no caigan seguirán avanzando hasta
echarlos de sus guaridas, exponiéndose a una muerte cierta; ¡demasiado
sacrificio para quienes combaten sin ideales! Prefieren dejar la lucha, y así
lo hacen abandonando precipitadamente las trincheras y por tanto la situación
estratégica que les había encomendado Moscú para su defensa. Algunos catalanes
han calado ya la bayoneta y en medio de gritos patrióticos de ¡Arriba España!,
¡Viva el Ejército! y ¡Adelante Falange! son asaltados y conquistados para
España todos los parapetos. El primer catalán, que ha sido el primer español
que ha saltado a ellos, clava la bandera de España. Será éste un símbolo de la
Nueva España. ¡Los catalanes poniendo la bandera española en tierras de
Castilla!
El
entusiasmo es indescriptible; los vivas se repiten sin cesar; los jefes y oficiales
tienen que hacer esfuerzos inauditos para detener a estos falangistas
entusiastas que quieren perseguir a los rojos hasta aniquilarlos a todos. ¡A
Santander gritan muchos!, pero la orden, como militar, es terminante; “una vez
conseguido el objetivo conservar la posición”. El botín que se les coge es
abundante; cinco magnificas tiendas de campaña, 200 mantas, varias cajas de
bombas de mano y de municiones, un fusil ametrallador, etc., etc. Al cabo de
tres horas llegan fuerzas de Espinosa para relevar a los que han efectuado el
asalto. Estas descienden pletóricas de entusiasmo. Los catalanes, entre otros
trofeos, bajan la bandera roja arrancada a los marxistas de su propia guarida.
Al llegar a Espinosa todo el pueblo les saluda emocionado (…)”.
(…)
La Centuria regresa a su Cuartel. Llega de Comandancia el oficial agregado a la
misma y previa la orden de “firmes” manifiesta: “Os traigo la felicitación
entusiástica del Mando y la mía propia. No es posible luchar con mayor bravura
y heroísmo que lo habéis hecho vosotros. Ya en el combate de Quintana os
distinguisteis luchando heroicamente, valiéndoos entonces la felicitación
efusiva del jefe de las fuerzas de este frente, pero esta vez os habéis
superado; ni el Tercio hubiese podido aventajaros. ¡Arriba España!”. Este relato lo firmó Ignacio Llobet que
era un miembro de esta centuria y que no sobrevivirá a la guerra.
Esta
escaramuza también era relatada, doce años después, por R. de la Serna que fue
integrante de la Centuria Montañesa. No de la catalana. Y la distancia en el
tiempo y no ser de la misma unidad se notó. Este falangista relataba en una
revista católica catalana que “ (…) el cinco de diciembre, bien de mañana se
vio desde las posiciones ocupadas por la “Virgen de Montserrat” destacarse de
las enemigas un nutrido grupo de milicianos. Avanzó lentamente, bandera blanca
desplegada en cabeza, cruzando con bastantes dificultades la inmensa sábana
blanca que cubría con una capa de más de veinte centímetros de nieve toda la
tierra hasta el horizonte, piadoso sudario que pasadas no muchas horas había de
amparar tantos cadáveres. Pedían parlamento. Y se parlamentó. En una barrancada
intermedia los nacionales se informaron de que al día siguiente se pasarían a
sus filas para luchar al lado de Franco la mayor parte de las fuerzas
defensoras de La Herbosa.
Con
las primeras luces del seis de diciembre de hace doce años, fecha de la heroica
gesta, comenzaron a abandonar sus trincheras las fuerzas adversarias, llevando
en cabeza como el día anterior una bandera blanca desplegada. En aquellos
momentos montaban guardia en la posición nacional treinta hombres, diez en cada
parapeto. El resto de la Centuria descansaba en su cuartel de Espinosa. Los
catalanes, confiados en las negociaciones de la víspera, dejaron avanzar al
enemigo, pero cuando éste se encontraba a muy escasos metros de las alambradas
españolas abrió nutridísimo fuego, y se desplegó en franco ataque.
¡Procedimientos muy marxistas! La reacción no se hizo esperar e inmediatamente
los treinta falangistas, al grito de ¡Arriba España! iniciaron el contraataque
contra fuerzas cien veces, mil veces, mayores.
Los
camaradas de “la Catalana”, que se encontraban en Espinosa, al oír el
nutridísimo fuego, y comprender que sus compañeros corrían un grave peligro,
sin recibir órdenes de nadie, cada uno por su propia iniciativa, se lanzaron
Caballo arriba, en auxilio de los que se defendían bravamente. A esta heroica
resistencia que en los primeros momentos ofrecieron los treinta falangistas de
guardia, y al refuerzo prestado tan rápida como oportunamente por sus
camaradas, se debió el que quedara frustrado el plan “sorpresa”, pues dieron
tiempo a que se organizara en debida forma el contraataque. Después de un serio
combate los atacantes se retiraron a las nueve de la mañana, dejando la nieve
sembrada de cadáveres”.
“(…)
La unidad quedó momentáneamente deshecha. El sesenta por ciento de sus
elementos había caído con alegría y ardor por Dios y por España... Diez muertos
y más de cuarenta heridos fue el elocuente balance”. Como vemos de esta parte no nos cuenta
nada el anterior “plumilla” Llobet.
Una
tercera versión la publicó “Destino” unas semanas después de la anterior y que
comenta, también, ese raro asunto de la bandera blanca el día 6 de diciembre de
1936. A su manera, claro: “Nos despierta un tiroteo intensísimo, muy
cercano. Conviene prepararse a toda prisa, sin esperar órdenes. Los tiros se
van acercando, suenan por el Alto del Caballo, una de las posiciones nuestras,
clave de Espinosa, que la Centuria conoce perfectamente por las innumerables
guardias que hiciera en sus parapetos. Todavía no se ha dado la alarma en el
pueblo. Pero se comprende en seguida que el peligro es inminente. Además, 18
Camaradas nuestros están de guardia en la posición, juntos con 22 soldados de
Infantería. Son las siete de la mañana. Todos rivalizan en vestirse rápidamente.
De pronto un enlace llega corriendo de Comandancia, con la orden de formar. El
ruido de la batalla continúa intenso. Entra en acción nuestra batería, pero no
vemos aún a donde dirige sus disparos.
Nueva
orden de Comandancia: que 50 hombres suban inmediatamente al “Caballo”. Aprisa
por la empinada pendiente, subimos los 60 primeros. En la cuesta empiezan a
silbar las balas. Desde la posición, ya cercana, bajan los primeros heridos;
dos muchachos de los nuestros. De paso, un saludo, un voto. Y adelante. Al
llegar a la posición, la primera noticia, de lo ocurrido, pera vaga, sin detalles.
Los parapetos más avanzados han caído en manos del enemigo. Hay que
reconquistarlos, sin perder tiempo. El tiroteo no cesa ni un solo minuto.
Parece que los marxistas han atacado por sorpresa que su número es muy superior
al nuestro.
Se
despliega en guerrilla, y seguimos avanzando hacia los parapetos perdidos. Sin
parar, adelante, por la ladera desierta cubierta de brezo y encharcada por la
llovizna. De pronto, a pocos metros, aparece una guerrilla enemiga. Son muchos,
100, 200 tal vez. Han rebasado la línea de nuestros parapetos y van bajando. Al
vernos, cesa por un momento, el tiroteo. Titubean, como si no supieran lo que
han de hacer. En los parapetos en su poder aparece una bandera blanca. Van a
rendirse. Los invitamos a tirar las armas, a entregarse. Uno de los nuestros
quiere adelantarse a parlamentar con ellos, noblemente, sin arma en la mano,
Desoyendo nuestros consejos, avanza unos pasos, confiado en una nobleza que el
enemigo nunca tuvo, desde que empezó la guerra. Se enfrenta con unos milicianos
que cobardemente le dejan acercarse. Y de pronto “erumpe” de las filas enemigas
el grito traidor “Viva Rusia” -el grito que parece mentira en pechos españoles-
y el héroe cae, acribillado a balazos, Camarada hermano de nuestra Falange, tu
muerte será vengada.
Acto
seguido, iniciamos el fuego contra los asesinos. Caen algunos, los demás huyen
a los parapetos. Se entabla un tiroteo furioso. El enemigo contesta a nuestra
fusilería con ametralladoras. No cabe acercarse a las trincheras mientras no
lleguen refuerzos. La lucha es muy desigual. La Centuria resiste hasta que de
Espinosa suben más fuerzas y luego se lanzan a un ataque a la bayoneta,
secundada por las demás tropas. El enemigo cede al ímpetu arrollador del
ataque, abandona los parapetos, huye por la montaña. El Alto del Caballo es
nuestro. Espinosa está salvado (…).
Otra
versión de esta refriega aparece escrita en el libro “Los Catalanes en la
guerra de España” (1951) de José María Fontana. Este voluntario se incorporó a
la Centuria Catalana días después de la masacre: “Yo llegué a la España
Nacional el día 19 de diciembre. Y me explicaron que hacía pocos días, el 6 de
dicho mes, la centuria Virgen de Montserrat había sido diezmada. Los rojos
santanderinos atacaron de noche todavía nuestras débiles posiciones que, en el
Alto del Caballo, defendían Espinosa de los Monteros. El fuego resultaba
ensordecedor, y antes de que llegara el parte, todos se vistieron, dispuestos a
subir en socorro de sus camaradas. La situación era crítica, pues, acercándose
el enemigo en la oscuridad y en número muy superior, había logrado ocupar los
primeros parapetos. Sin esperar órdenes, todos emprendieron la subida: Arolas,
que ganara gloriosa muerte a sus cincuenta años; enfermos de cuidado, como
Leoncio Soler de Puig (nieto de don Leoncio Soler y March, ex senador y
diputado de la Lliga), que murió al recoger a un soldado herido, y todos los
que estaban en el hospital. El espectáculo de arriba era trágico. Muertos, por
todas partes, y algunos, como Farfán y Rafael Soler, ya en poder de los rojos.
Casi todos los supervivientes, heridos. Pero, rabiosamente pegados al terreno y
cubiertos de sangre, Forgas, Figuerola, Iglesias, Martí, Sanz, Martínez, Solé,
Foret, Delcort, Llobet..., siguen disparando mientras les queda sangre y fuerza
para cargar. Todos los parapetos están tomados y en forma de semi círculo baten
al único y último que queda, llamado parapeto central. Aquí se replegó el
grueso de supervivientes, y los demás se repartieron por los flancos. El frío
es intenso y la niebla cubre por unos momentos la trágica escena, ocasión que
se aprovecha para retirar y recoger heridos y muertos. Los rojos se han
aproximado, y, ocultos por una nube baja que se arrastra hacia nosotros, surgen
sus sombras a menos de treinta metros. Caen muchos. Sólo tres hombres quedan en
pie en este parapeto, y los tres están levemente heridos. Martínez Torres se
pone a la ametralladora, mientras Pedro Pere y Rodríguez tiran las bombas de
que disponen y siguen disparando sin cesar. Se unen unos cuantos, con Carreras,
Iglesias, Cusi, Marti Puntas, Mussons, Llorens, Moragas, Vila, Batllevell,
Geis, Carait, y por el flanco les castigan en descargas cerradas. No queda más
munición en la ametralladora. Se desenvainan los machetes, y se inicia la carga
a la bayoneta. Antonio Quijada la clava tan fuerte, que no puede sacarla del
cuerpo enemigo y recibe a su vez un tremendo bayonetazo en el vientre. El
choque es violento, y el combate dura cuatro horas y media. De ochenta
combatientes quedaron muertos 17 y 50 heridos. ¡Pero la bandera de España
siguió flotando en El Caballo! Cuando el jefe quiso pasar revista a la centuria
tuvo que desistir, pues le fue más fácil tomar nota de la docena y pico de
supervivientes”. Entre esos muertos estaba Leoncio Soler i Pallejá como
recordó, en unas breves memorias, el espinosiego Bonifacio Alcorta Martínez.
Elijan ustedes el relato que les resulte más creíble. O ninguno.
La
unidad fue propuesta para la Medalla Militar Colectiva por el teniente coronel
Moliner, jefe del Sector, por su papel. Después del combate sangriento en el
Alto del Caballo, la Centuria se traslada por una semana a Villarcayo y
seguidamente a Loma de Montija. Aquí nuevamente se reanuda la vida de trinchera
y pasarán la Nochebuena, alegrada por los regalos que envía retaguardia. El 2
de enero de 1937, entrarían de nuevo en acción en un intento de recuperar la
posición del Mirador tras haber sido sorprendidas, y desplazadas de los
parapetos, las fuerzas nacionales mientras celebraban el año nuevo de 1937.
Tras este último combate la Centuria Catalana de falange había dejado de ser
una unidad operativa. Se reorganizan y trasladan a Ahedo de las Pueblas.
La
Centuria se agregó a la Primera Bandera de la Falange de Burgos dentro de la
sexagésimo segunda División formando la cuarta centuria de esa unidad. Será una
centuria formada ya por catalanes y castellanos. El día 22 de marzo, en una
tarde fría, cubierta y de mala visualidad se detecta que varios republicanos se
acercaron al pueblo de Robledo de las Pueblas. Los de la Centuria Catalana
fueron en su busca. Diez hombres acompañaron al jefe de Falange. Sigilosamente,
mientras nevaba, se llegó a las casas más lejanas de Robledo, por sendas
escondidas, llenas de agua y barro, sorprendiendo a los republicanos que se
retiraban con el producto de su robo.
El
día 13 de agosto de 1937 se les asignó el sector de Ahedo de las Pueblas. Por
la noche se desplazaron de Soncillo a Pedrosa y, luego, andando hasta Ahedo
donde llegan casi al alba. Desde esa posición verán la llegada de los
bombarderos y los disparos de la artillería de campaña. Al mediodía del día
catorce se levantará la niebla y aumentará el viento que impedirá los bombardeos.
Es el momento de la infantería. La Centuria donde están los catalanes deberá
tomar la difícil cota 921 que estaba protegida por una triple línea de
alambradas. Para alcanzarla debían ascender una lisa pendiente de más de un
kilómetro disfrutando del fuego cruzado de los republicanos.
Calcularon
unos sesenta soldados republicanos pero el fortín de esa cota estaba ocupado
por dos compañías de voluntarios del batallón 114. Los falangistas avanzaron
entre la fina lluvia y el viento cortante. Al llegar a las alambradas caen los oficiales
-capitán Busutil, Pedro Pelfort (Alférez Provisional), Presa y Vidal- que
dirigían la operación en primera línea.
Los
supervivientes, al mando del “Pater”, monsén Ramón Grau, que también será
herido, vuelven al ataque. La centuria fue aniquilada. En esos mismos combates
372 soldados italianos del CTV, también perdieron la vida.
Otros
caídos de la centuria catalana fueron: Arola, Borrás, Borrallo, Carreras, Cusi,
Del Col, De los Godos, Figuerola, Forgas, Iglesias, Larrosa, Ledesma, Llanza, Ignacio
Llobet, Llorens, Martí, Martínez, Morali, Musons, José María Ortoll, Pérez,
Quijada, Romero, San Vicens, Sanz, Sintes, Serraller, Leoncio Solé, Soler,
Varenne y Juan y Francisco Carreras. También hubo heridos como Cleto Rochas
Sancho que después sería guardia civil y que recibió la medalla de plata de
Barcelona. Eloy Manzano, también guardia civil, o Eufrasio López Nuñez -que era
de Sestao (Vizcaya)- también recibieron esa distinción. Sin olvidar nombres
como el del capitán -y antes alférez provisional- Nonito Mateu Mir.
Dado
que muchos de los integrantes de la centuria eran estudiantes antes de la
guerra bastantes de ellos pasaron a las academias de Alféreces Provisionales y
a las primitivas, y luego prohibidas, academias de jefes de Centuria de Falange
incorporándose luego a diversas unidades. Posteriormente una nueva Centuria
catalana de Falange se incorporó a la quincuagésimo segunda División.
En
junio de 1949, algunos de los supervivientes, junto a familiares de los
fallecidos, rendían homenaje a los muertos de la Primera Centuria Catalana en
una visita a Espinosa de los Monteros. Como conmemoración de este homenaje, se
erigió una lápida con el nombre de ocho de los fallecidos en el cementerio de
la localidad. También se colocó una imagen de la Virgen de Montserrat en la
iglesia de Espinosa.
En
1962 con motivo del XXVI aniversario de su entrada en fuego de la Primera
Centuria Catalana Virgen de Montserrat, sus supervivientes homenajearon al Frente
de juventudes en su vigésimo segundo aniversario. Allí se les entregó una placa
con un texto del caído Pedro Pelfort a su esposa, en la que registraban que, antes
de morir, recomendaba la inscripción de su hijo en la Organización Juvenil
falangista.
Durante
el franquismo, el ayuntamiento de Espinosa de los Monteros concedió a la
Centuria Catalana de Falange la medalla de oro de la ciudad. También obtuvieron
la de la provincia por la Diputación Provincial de Burgos. Un grupo escolar de Espinosa
llevó el nombre de la Centuria Catalana y había también una calle con ese
nombre. En poblaciones catalanas, incluida Barcelona, tuvieron numerosas calles
el nombre de la primera Centuria Catalana. Destacaremos la inauguración, en
1955, de un monumento en honor de esta unidad militar que lo situaron en la
plaza de Espinosa de los Monteros de Barcelona. Hoy estaría en la zona de la
plaza Prat de la Riba. Y, por supuesto, supervivientes de esta centuria
participaban en los homenajes que se realizaban en la Columna Sagardía.
En
total, de los 118 hombres que tuvo la Centuria Catalana 35 murieron, 18 quedaron
mutilados y más de 50 fueron heridos de distinta consideración, pero bastantes
de los supervivientes terminaron la guerra como oficiales del bando vencedor.
En el cementerio de Espinosa de los Monteros se hizo una sepultura colectiva
para los que cayeron en este frente. Otro recuerdo de su presencia es una copla
inspirada indudablemente en la famosa del Barranco del Lobo, de la Guerra de
Melilla y que Bonifacio Alcorta se atribuye:
“En las cumbres de Espinosa
hay una fuente que mana
sangre de los catalanes
que murieron por España”.
Bibliografía:
Periódico
“La Vanguardia”.
Historiadors
de Catalunya.
“El
Tercio de Requetés de Nuestra Señora de Montserrat en la Batalla del Ebro”.
Eduardo Palomar Baró.
Asociación
de modelismo “Alabarda”.
“República,
Guerra Civil y posguerra en Espinosa de los Monteros y merindades de Montija,
Sotoscueva y Valdeporres (1931-1950)”. Fernando Obregón Goyarrola.
“In
Spinosa Nostram Portionem”. Página de Facebook.
La razón de la proa.
“Catalanes
en Espinosa de los Monteros (bando franquista) deben soportar la animadversión
de la población autóctona hacia la lengua catalana”. wiki.vilaveb.cat
“Medallas e insignias de la guerra civil, posguerra y franquismo”.
Periódico
“El Adelanto”.
Periódico
“La Voz de Castilla”.
Periódico
“Diario de Burgos”.
Hoja
oficial de la provincia de Barcelona.
Periódico
“La Prensa”.
Periódico
“Hoja del Lunes”.
Periódico
“El adelantado de Segovia”.
Periódico
“Pueblo”.
Boletín
Oficial del Estado.
“Recuerdos”.
Bonifacio Alcorta Martínez.
“Folletos
del secretariado de Caridad del Centro Interno de A.C. de Santa María del
Hospital Provincial de Lérida”.
Periódico
“Destino”. "Uniformes militares de la Guerra Civil española en color". José María Bueno.
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